Juan José Torres
Cuando nos enfrentamos, en la época actual, a una obra que pretende explicar el contenido de uno de los libros del nuevo testamento, siempre nos surge la duda en cuanto a la capacidad del autor para mantenerse fiel al texto del libro, puesto que es habitual que el autor se posicione en una interpretación del siglo XX y extrapole esa visión al pensamiento de los autores y receptores de la obra original. Este es un hecho muy común y frente al cual, la crítica textual y la filología, en su especialización neotestamentaria, no dejan de llamar la atención sobre este error tan común.
Por eso, cuando empecé a leer el
libro que paso a analizar, lo primero que pensé fue en esto, en si el autor
había conseguido mantener una postura independiente y analítica del texto para
arribar a conclusiones posteriores, o bien, tomando como base ideas anteriores,
leía el texto para adaptarlo a sus convicciones e interpretaciones.
Desgraciadamente, la base del análisis ha sido esta segunda, lo que hubiera
estado bien si como hizo Kardec, hubiera añadido al título del libro: …según Caibar Schutel.
No podemos dejar de pensar que
cuando se hace un análisis siguiendo el método que se sigue en este libro, el
análisis es absolutamente personal, es decir, una visión de una obra escrita hace
casi 2000 años bajo conceptos culturales totalmente distintos, separados por
2000 años y que no tiene, ni de lejos, ninguna semejanza con lo que se pensaba
en la época en que fue escrito.
Esto lo supo comprender muy bien
Allan Kardec, cuando buscó una explicación espírita de los evangelios. Kardec,
del que aún estamos lejísimos, no dudó en referirlo en el título: “El evangelio
según el espiritismo”, lo que equivale a decir: “El evangelio según se entiende
y comprende desde una visión espírita”. Porque no es lo mismo leer el evangelio
desde una visión espírita, que desde la visión que podían tener los primeros
receptores de la obra, que eran en su mayoría Judíos que habían aceptado a
Jesús como Mesías, por lo que tenían un concepto de salvación bastante distinto
del que se puede tener desde una mentalidad europea y transcurridos 2000 años.
Y es esto lo que el autor del
libro no ha sabido comprender. Por eso estamos, desgraciadamente, ante una obra
poco pensada y elaborada, escrita de forma rápida y sin madurar los conceptos,
además de cargada de un claro antisemitismo que se deja ver en todo su contexto
y que está muy lejos de la postura espírita que tan magníficamente Kardec supo
plasmar.
No podría, por falta de espacio,
hacer un análisis riguroso de todos los puntos que he encontrado en la obra y
que son dignos de mención, pero si me gustaría traer algunos textos para
justificar lo dicho anteriormente.
Nada más comenzar la obra, el
autor hace referencia a la utilización de datos históricos, y ya en la página
15 de la obra, dice lo siguiente: “De
acuerdo con la orientación espírita, que tiene por fin la restauración de la
religión de Jesucristo”
Esta afirmación deja clara la
línea que va a seguir en toda la obra. Aquí aborda un tema muy importante, y es
el tema de la “religión de Jesucristo”,
pero el autor no dice a qué religión se refiere, puesto que hay dos
posibilidades: A la religión que profesó Jesús, o a la religión que fundó
Jesús.
Si es la primera, hoy se sabe sin
ningún género de duda que Jesús fue judío, y ser judío implica profesar el
judaísmo. Es verdad que en algunos aspectos criticó el judaísmo, como otros
rabís anteriores a él lo hicieron, sin que por ello quedaran fuera del
judaísmo. Es más, un estudio del pensamiento de las diferentes escuelas
demuestra que en muchos casos Jesús simplemente se posicionó en relación a
alguna de estas escuelas, en otros casos, creó su propia escuela dentro de un
judaísmo que permitía estos niveles de interpretación de la Torá, y que está
perfectamente en coherencia cuando Jesús afirma: “No he venido a destruir la ley y los profetas”. (Mateo 5:17) La
inclusión de los profetas implica que Jesús no solo se refería al decálogo, lo
que queda mucho más claro en el versículo 18.
Pero creo que el autor, en esta
frase, se refiere más particularmente a la religión fundada por Jesús, es
decir: El cristianismo.
Pues bien, históricamente hoy es
un hecho que el cristianismo no fue fundado por Jesús, sino que surgió como un
fenómeno religioso mucho tiempo después de su muerte como consecuencia de una
ruptura entre judíos que mantuvieron una identidad nacional, y aquellos que
siguieron este movimiento, que ya en el siglo II contaba con fuertes
influencias griegas y romanas. Esta es a día de hoy la opinión casi unánime de
la investigación científica del periodo histórico neotestamentario, que gracias
a las profundas investigaciones acaecidas a partir de la segunda mitad del
siglo XX han traído nueva luz sobre los conocimientos relacionados con la
fundación y el surgimiento del cristianismo. Esto disculpa el evidente error
del autor, que en el año en que escribió el libro no podía haber tenido
conocimiento de estas investigaciones, aunque creo que es nuestro deber
señalarlo para evitar equívocos en la lectura y comprensión del mismo.
Un tema que me ha parecido
recurrente en el libro, y que desde mi humilde opinión no se adapta a la
realidad histórica, es la interpretación que hicieron los apóstoles y primeros
seguidores de Jesús, incluido Pablo de Tarso, sobre la resurrección.
Con el espiritismo, hoy tenemos
un profundo conocimiento de las relaciones entre el mundo espiritual y el
material, pero aquí debemos realizarnos una pregunta que es clave: ¿Qué hoy con
el espiritismo tengamos ese conocimiento, implica que los apóstoles lo tenían
también? ¿Podemos considerar que los apóstoles comprendieron la resurrección
como una materialización, que a su vez demuestra la inmortalidad del alma? Está
claro que para el espiritismo si, pero ¿lo entendieron así los seguidores de
Jesús?
Si analizamos con cuidado los
textos sin ideas preconcebidas, es decir, si los analizamos sin adaptarlos al
conocimiento espírita, (en aquella época no existía espiritismo) y si además
hacemos un estudio de la visión que existía dentro del pueblo judío en la época
de Jesús, podremos comprender, si no de forma exacta, al menos aproximada, qué
es lo que los seguidores de Jesús pudieron entender por resurrección.
Como hacer un análisis de los
textos necesarios para explicar este tema de forma argumental sería muy largo,
me limitaré a mencionar las ideas generales.
Cuando analizamos en los
evangelios los diversos pasajes donde se narran manifestaciones espirituales
por la visión, encontramos que los apóstoles de Jesús aparecen asustados,
considerando que están viendo fantasmas y bastantes perturbados por ese hecho,
lo que nos demuestra que no tenían un conocimiento de las manifestaciones
espíritas visuales como se ha creído en ciertos círculos espíritas.
Veamos uno solo: Lucas 24:36-39
36 Todavía estaban ellos hablando acerca de esto, cuando Jesús mismo se
puso en medio de ellos y les dijo:
―Paz a ustedes.
37 Aterrorizados, creyeron que veían a un espíritu.
38 ―¿Por qué se asustan tanto? —les preguntó—. ¿Por qué les vienen
dudas?
39 Miren mis manos y mis pies. ¡Soy yo mismo! Tóquenme y vean; un
espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que los tengo yo.
Como vemos, al creer ver a un
espíritu los apóstoles se aterrorizaron, y Jesús, (no analizaremos ahora los
motivos) les confirma que es de “carne y hueso”. (Esto mismo se repite en la
práctica totalidad de versículos del nuevo testamento donde se narran
apariciones visuales)
Obviamente, para el espiritismo,
Jesús no se presentó en carne y hueso, pero lo que queda claro del texto en que
para los apóstoles sí. Este pensamiento no encaja en la visión espírita, estoy
de acuerdo, pero ¿por qué tiene que encajar? ¿Por qué no admitir que los
apóstoles, tras la decepción de haber perdido a su mesías, no necesitaban creer
que él había resucitado para continuar su obra? Sé que esto es chocante para el
que piensa con una mentalidad cristiana, que hemos heredado desde hace 2000
años, pero si hoy la ciencia histórica junto con la crítica textual nos
demuestra que los apóstoles creyeron que Jesús había resucitado en cuerpo y
alma, ¿por qué no reconocer que el espiritismo viene ahora a explicar ese
fenómeno desde una postura más lógica porque no se comprendió en su época? ¿No
es esto lo que le dijeron los espíritus a Kardec al escribir el Evangelio según
el espiritismo? ¿No encaja esto mejor con la propuesta espírita, que intentar
justificar una comprensión en los apóstoles por ideas preconcebidas? Por lo
tanto, si lo que se desprende de un análisis objetivo de los textos, y además
encaja mejor con la cultura y el pueblo hebreo, es la visión que ofrece la
ciencia histórica sobre lo que creyeron los apóstoles, ¿no es mejor aceptarlo y
ofrecer la visión espírita al respecto, que intentar adaptar la mentalidad de
los apóstoles a nuestros conceptos sin base en los textos que tenemos?
Por eso, al considerar el autor
del libro que Pablo interpretó la resurrección como una prueba de la
inmortalidad del alma, se ve constantemente cayendo en contradicciones, como
cuando explica el rechazo de Pablo en Atenas, centro de la cultura griega,
donde la idea de la inmortalidad no les era ajena. (Página 145)
Otro tema que me gustaría
analizar, es la visión de Pablo de Tarso que se ofrece en el libro. Tengo que
disculpar al autor, ya que la visión de Pablo ha cambiado sustancialmente a
partir del año 1970, donde sucesivas investigaciones aportaron nueva luz sobre
Pablo de Tarso, investigaciones que el autor no conoció, por lo que la visión de
Pablo que ofrece es la clásica y para ser honestos, coincide con la visión que
se tenía en su tiempo.
El autor muestra un Pablo
convertido al cristianismo que abandona la religión judía en aras de propagar
las enseñanzas de Jesús, lo que coincide plenamente con la visión clásica que
desde el cristianismo: (Iglesia católica, protestante y ortodoxa) han venido
predicando durante siglos. Lo que sucede, es que la visión clásica de Pablo es
inconsistente actualmente, y prueba de ello es que hasta los propios investigadores
católicos ya están cambiando al respecto de ella.
Si se lee a Pablo desde una
postura dialéctica, fuera de fanatismos religiosos y preconceptos culturales,
Pablo es incomprensible. ¿Por qué es incomprensible? Porque lo mismo se muestra
separado del judaísmo, y critica duramente la ley, a la que considera superada
por el mesías, que posteriormente afirma que la ley está por encima de todo,
incluso del propio mesías. (No vamos a estudiar el tema de Pablo aquí por falta
de espacio, pero esto se pude comprobar analizando sus cartas) Esto ha llevado
a la crítica textual a pensar en un Pablo incoherente.
Pero esta idea de un Pablo
incoherente, incomprensible, no podía ser compatible con su propia figura, pues
no podemos olvidar que Pablo es el gran ideólogo y divulgador del cristianismo,
sin el cual, posiblemente no hubiera triunfado en su expansión al mundo pagano,
por lo que diversos investigadores, a partir del año 1970 empezaron a estudiar
e investigar a Pablo para comprender realmente su pensamiento, y aclarar si
éste es, como se creía, incoherente, o por el contrario había algo en él que se
nos escapaba.
Después de años de estudios de la
cultura judía, tanto la escrita como la que perduró por mucho tiempo en la
tradición oral, y de la que algunos escritores se hicieron eco, se ha podido
presentar una imagen más clara y nítida de Pablo y entender el porqué de esa
supuesta contradicción.
Los elementos a estudiar en este
tema son muchos, pero al ser este artículo un análisis de una obra espírita, me
centraré en la conclusión más importante de este estudio, donde se revela el
problema fundamental para entender a Pablo, y que el autor no ha tenido en
cuenta, como dijimos, porque esta investigación no se había hecho en su época.
El problema fundamental, es que
al incluir dentro del canon del nuevo testamento las cartas de Pablo, se han
universalizado sus conceptos, sin darnos cuenta que Pablo estaba escribiendo a diversas
comunidades cristianas que, por su ubicación, tenían problemas y elementos culturales
muy diversos. ¿Cómo hablar igual a la comunidad de Corinto, que estaba
compuesta por elementos helénicos y fuertes influencias de la cultura griega, que a la de Roma, por
ejemplo, que estaba compuesta, al menos en buena parte, por romanos que habían
aceptado a Jesús como mesías?
Hoy las cartas de Pablo no se
estudian de forma universal, pues son cartas dirigidas a una congregación
particular para tratar los elementos culturales, sociales, religiosos y de
culto que cada congregación tenía, y esto ha traído una nueva luz en la
comprensión de Pablo.
Pero ese no es solo el problema,
para comprender perfectamente su pensamiento, debemos analizar también que
Pablo había aceptado a Jesús como el mesías, y dentro de la cultura judía,
Pablo estaba viviendo lo que se conoce como la era mesiánica. Pues bien, hoy se
sabe que la tradición oral judía, - de la que Pablo tenía un profundo
conocimiento dada su posición como doctor de la ley – determinaba que en la era
mesiánica la ley no debía interpretarse igual que en un periodo histórico
normal, y que en dicha era, la ley era distinta para gentiles que para judíos.
Ahora, con estos dos elementos, podemos comprender perfectamente esa supuesta
incoherencia de Pablo, es decir, cuando supuestamente habla en contra de la
ley, no se está refiriendo a su pueblo, sino a los gentiles, que solo tienen
que respetar una parte de la misma, pero el pueblo elegido, Israel, éste tiene
que seguir respetándola de forma rigurosa. Por esto es que Pablo a veces habla
de la ley como sustituida por el mesías, y otras veces dice que la ley debe
cumplirse con todas las consecuencias. Esta es la clave para entender el
pensamiento Paulino, y debe tenerse en cuenta en la época actual para no sacar
conclusiones precipitadas sobre Pablo. De esta forma, no podemos afirmar que
Pablo predicaba en contra de los judíos o de la circuncisión, pues la realidad
es que Pablo, en todo momento, se presentó a sí mismo como judío y observante
de la ley, y solo eliminó la circuncisión para los gentiles, pero no para
aquellos que eran judíos, que debían seguir practicándola, tal y como se
desprende de un estudio atento de su obra, y con el que está de acuerdo
cualquier investigador actual, independientemente de su confesión religiosa.
Y para terminar este largo
análisis, me centraré en otro tema que me parece digno de mención, y es la base
doctrinal que tiene el libro.
Cuando se lee el libro de forma
crítica, uno encuentra conceptos y expresiones que no hacen parte de la lógica
espírita, es más, a veces uno tiene la impresión de que está leyendo una obra católica por el contenido semejante con esta religión. Por falta de espacio, pondré
solo algunas de ellas:
En la página 41, refiriéndose a
la iglesia católica dice: Felizmente, los
tiempos pasan como relámpagos y el Reino de Dios se avecina. Esos poderosos que
siembran la desolación y la muerte ya están en sus últimos estertores, pues con
la próxima venida del reino de Jesús,
todo será renovado y la siembra será entregada a quien dé frutos de fe y de
misericordia.
En la página 57 dice: … la manifestación del hijo del altísimo en la tierra.
En la página 59 dice: …pero todos aquellos que temen a Dios deben abstenerse de
juicios injustos, basados siempre en juicios infundados, pues la justicia divina vendrá sin misericordia
sobre aquel que no tuviera misericordia.
En la página 77, hablando de la
mediúmnidad, dice: “También el escritor de
estas líneas, si tuviese mucho dinero y tuviese la seguridad que cualquier don espírita se podría alcanzar
con dinero, no dudaría en despojarse de bienes, para la conquista de un tesoro
que los ladrones no alcanzan y las polillas no corrompen”.
En la misma página, la 77, un
poco más adelante, dice: “No hay dinero
en todos los mundos que se equilibran en el éter, que pueda comprar cualquier cosa que sea del cielo:
“Ni bautismo, ni indulgencia,
ni matrimonio, ni perdón de pecados, ni dones espirituales, ni la fe, ni
la esperanza, ni la sabiduría, ni cosa alguna…”
En la página 101, hablando de las
curas que hacían los apóstoles, dice: “El
amor opera milagros, al paso que la sabiduría es tardía en su acción.
En la página 166 dice: El hombre de buena voluntad, que teme a Dios y quiere
encontrar la verdad, no debe continuar dejándose engañar por los falsos que
sustituyeron la verdadera fe por una fe incomprensible…
En la página 170 dice
refiriéndose a Pablo y Jesús: “Puedan
ellos tenernos en su gracia”
No voy a hacer un análisis de
estos textos, pero me parecen muy lejos de los conceptos espíritas, centrados
en la ley de evolución que a todos nos ampara por igual, y para la cual, no hay
hijos predilectos de Dios, no hay reinos sino conciencia y no hay gracia sino
trabajo.
Pero no podría terminar este
análisis, sin hacer mención al claro antisemitismo velado que encierra el libro
y del que el autor no se ha sabido desprender, demostrando claramente que el
libro fue escrito sin una base histórica previa, sin una reflexión de los
conceptos y bajo una fuerte influencia religiosa milenaria, y esto queda
perfectamente definido en la siguiente afirmación, que se encuentra en la
página 212: “Pablo vio a Jesús, después
de que los judíos lo habían matado y crucificado”
Este tremendo error histórico ha
sido causa de que el propio catolicismo pidiera perdón por difundir esta idea.
Hoy se sabe que los judíos no mataron
a Jesús, pues éste era un judío y sus seguidores también lo eran. Fue
el Sanedrín quien conspiró en contra de Jesús, pero quien realmente mató a
Jesús fueron las autoridades romanas, entre otras cosas, porque era Roma y no
los judíos quién aplicaba la crucifixión. Es como si hoy se dijera que los
españoles matamos a Federico García Lorca.
Hoy cualquier historiador,
incluidos los pertenecientes a la iglesia católica, comprenden que el lavado de
manos de Pilatos es un agregado posterior, cuando el Cristianismo tomó mucha
fuerza en Roma y acusó al pueblo de Israel de Deicidio, y esto se sabe por
varias razones, pero la más evidente, es que el evangelio justifica el hecho en
una tradición, a saber, que en la víspera de la pascua Judía, se tenía por
costumbre liberar a un preso. Pues bien, hoy se sabe que esto no es cierto, por
lo que la supuesta pugna entre Jesús y Barrabás no existió históricamente y el
pueblo no decidió que se debía matar a Jesús y liberar a Barrabás.
Espero que este análisis de la
obra “Vida y hechos de los apóstoles” se vea como lo que es, un análisis
imparcial que tiene como finalidad mostrar mi opinión sobre la misma, y al ser
mi opinión una cuestión personal, admito la posibilidad de estar equivocado en
mis reflexiones, y aceptaré de buen grado otros análisis que puedan ver otros
aspectos de la misma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario