Juan José Torres
El libro que traemos a continuación, con el título: Espiritismo, doctrina de Vanguardia, y que incluimos en la sección de crítica
literaria, es una obra poco conocida por el movimiento espírita español,
debido, qué duda cabe, a la mala prensa que algunos se han esforzado en generar
sobre su autor, por su distanciamiento sobre postulados que sin reflexión
crítica se han acomodado en una buena parte del movimiento espírita que se
presenta como oficial.
El libro ha sido un regalo de la Asociación Espírita Andaluza por mi
participación en el VIII Congreso Andaluz de Espiritismo y desde esta humilde
publicación les digo que por más años y esfuerzos que dedique a colaborar con
ellos, nunca podré igualar el significado que ha tenido para mí la lectura de
esta joya de la literatura espírita.
Esta obra es una recopilación de artículos escritos por Manuel S.
Porteiro, escogidos por Jon Aizpúrua, y publicados en Caracas en el año 2002
por Ediciones Cima. El montaje y la diagramación han correspondido a Ruth
Neumann.
Sobre su contenido, aborda cuestiones de la más completa actualidad,
desde la definición del espiritismo como ciencia con todas las consecuencias
que de ello se desprenden, hasta el papel importante que las ideas espíritas
pueden ejercer en la sociedad, conduciéndola a una comprensión del espíritu
inmortal que tendrá consecuencias éticas y morales en la organización social.
Aborda la dialéctica del espiritismo que, sin renunciar a sus
profundas consecuencias morales, no puede sustentarse sobre la fe, pues la fe
sin raciocinio es barco sin timón, por lo que la razón debe ser la guía
insustituible de cualquier espírita que se precie de tal.
Sobre la ética y la moral del espiritismo, esclarece que no pueden ser
encasilladas en un concepto religioso, pues la religión es ritual, dogma,
sacralización, endiosamiento… Me permito reproducir sus propias palabras:
Hace ya más de un
cuarto de siglo, que el ilustre León Denís decía que la misión de los
espiritistas era levantar la moral espiritualista que el materialismo había
rebajado con su concepto estrecho de la vida.
Ante esta
recomendación, que es la de todo verdadero espiritista, cabe, sin embargo,
preguntarse cuál es la moral que los espiritistas deben enseñar: ¿Es acaso la
moral religiosa de sumisión, que nos induce a subordinar nuestra dignidad
humana al capricho de déspotas ensoberbecidos por el poder y la riqueza? ¿Es la
moral hipócrita y antinatural que nos enseña a renunciar a los placeres y goces
legítimos de la vida, a encubrir nuestros deseos y pasiones antes que a
cultivarlos y dirigirlos a un fin saludable y cada vez más espiritual? […] No,
la moral que, como espiritistas debemos enseñar, es la que emana de la pureza de
nuestra doctrina, que está más o menos desarrollada en la conciencia de los
hombres superiores y que nos hace ver en cada hombre un hermano, un semejante,
un igual, con los mismos deberes y derechos; es la moral que aspira siempre a
una mayor libertad posible, a la solidaridad y fraternidad bien entendidas, a
una sociedad en que no existan víctimas y verdugos, explotados ni explotadores,
ricos ni pobres, es la moral que nos impulsa al bien y a la justicia comunes y
que lejos de aconsejarnos a la indiferencia con respecto a los que sufren y a
los que hacen sufrir (y que a su vez y por consecuencia tendrán que sufrir más
tarde), nos enseña a luchar valerosamente por la verdad de nuestros principios,
que son los principios en que debe levantarse la humanidad redimida, emancipada
de sus miserias, vicios y errores. (Pags. 112 – 113)
Dejo estas palabras del autor como un simple ejemplo de la magnitud
filosófica y moral de este pequeño libro, pequeño en cuanto a tamaño pero
majestuoso en cuanto a contenido, siendo, sin dudarlo, una de las obras
espíritas más importantes que he leído en los últimos años.
Para terminar, recomendar su lectura y el estudio de sus ideas. No es
necesario concordar con todas, pero leer estas páginas será adentrarse en la
mente de uno de los más claros pensadores espíritas de todos los tiempos. Valgan
estas breves palabras como homenaje a tan distinguido espírita: Manuel S.
Porteiro.
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