Juan José Torres
Leyendo cierta bibliografía espírita, uno encuentra cierta
terminología que cuanto menos resulta “extraña”, sobre todo, teniendo en cuenta
el cuidado que tuvo Allan Kardec con el uso de las palabras.
Basta con mirar la introducción del libro de los espíritus,
y encontramos que lo primero que hace el codificador es establecer que para
ideas nuevas se necesitan palabras nuevas, pues comprende que utilizar palabras
sobre las que ya hay ideas establecidas para aplicarlas a conceptos distintos,
implica generar confusión, y es por esto precisamente, que crea la palabra
espiritismo para identificar al cuerpo filosófico de las ideas que iba a
publicar. De la misma forma procede con la palabra alma, y deja perfectamente
definida la aplicación que en el espiritismo se dará a esa palabra.
Más adelante, cuando necesita establecer una terminología
para las diferentes expresiones de la mediúmnidad, no duda en explicar
convenientemente los términos usados y las definiciones de los mismos.
Procede así, porque como eminente pedagogo, comprende que el
pensamiento necesita de las palabras para manifestarse en nuestro mundo, y para
que el pensamiento sea perfectamente comprendido, necesitamos usar la
terminología correcta que lo exprese, pues de lo contrario creamos ideas
equivocadas en nuestros interlocutores, que no tienen por qué saber a qué nos
referimos exactamente cuándo empleamos expresiones impropias.
La expresión a la que me voy a referir, y que he encontrado
en diversas obras espíritas, es un título cristológico que se da a Jesús, y
este es: “El cordero de Dios”.
Como espíritas, debemos tener cuidado a la hora de utilizar
estas expresiones, ya que ellas tienen un significado propio, y utilizarlas en
el espiritismo sin matizar convenientemente el significado que pretendemos
darles, puede generar confusión, y bastante confusión existe ya en la sociedad
sobre el espiritismo, como para que también nosotros contribuyamos a crear más.
La idea de que Jesús es el “Cordero de Dios”, tiene origen
en el concepto del "sacrificio expiatorio", que era una práctica propia del
pueblo hebreo y que tiene como medio de “purgar” o “expiar” nuestros pecados el
ofrecer a Dios un animal en sacrificio. Es lo que se designaba como "la
purificación", que se realizaba en el templo en días apropiados para ello. Su
justificación se encuentra en el Levítico, y era una práctica ritual que el
pueblo hebreo seguía religiosamente y que hacía parte de su identidad nacional,
además de que ofrecía recursos económicos a miles de personas que se dedicaban
a la venta de elementos de purificación.
De esta forma, cuando alguien tenía algún pecado que
purificar, ofrecía a Dios un animal, que sería más grande y valioso en relación
a la magnitud de la falta que se debía purgar.
Cuando se crea el concepto en el cristianismo naciente de la "salvación por la gracia", se establece que todos tenemos un “pecado original” y
que solo por medio de un sacrificio, Dios puede perdonarnos. Pero claro, ese
pecado es de toda la humanidad, y el ofendido ha sido el propio Dios, (Siempre
según el concepto de la salvación por la gracia) por lo que el sacrificio
ofrecido a Dios debe ser muy valioso para él. Ahora bien, ¿qué puede haber más
valioso que el sacrificio de su propio hijo, el Cristo?
De esta forma, se establece que Jesús, cual cordero de Dios,
es entregado en sacrificio para la redención de nuestros pecados, siendo su
muerte vicaria y por lo tanto redentora, y sin la cual, nadie podrá salvarse.
Hablar en el espiritismo de Jesús utilizando la expresión de
Cordero de Dios, es traer para el espiritismo, de forma inconsciente, una idea
vicaria de la misión de Jesús, lo que no está en consonancia con el pensamiento
espírita, que establece que nadie redime a nadie sino que cada cual es el
constructor de sí mismo. Por otro lado, la idea también contribuye a pensar en un Dios antropomorfo, que necesita aún de la ofrenda en sacrificio para perdonar, lo que está muy lejos de la idea de Dios que ofrece el espiritismo.
Muy claro. Hay además otros términos que son usados como moneda corriente, por ejemplo: Karma, chacra, salvador, etc.
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