Juan José Torres
En este artículo me gustaría tratar un tema recurrente en el
espiritismo, y que desde mi punto de vista nos hace un flaco favor.
Allan Kardec estudio el tema de la obsesión desde una
perspectiva espírita, como la influencia perniciosa que ciertos espíritus ejercen
sobre nosotros. Razonando sobre este tema, entendemos que no es descabellado
pensar que si existe la posibilidad de una comunicación entre el plano
espiritual y el plano material, las características de esa comunicación serían
las concordantes con la naturaleza de los sujetos que intervienen, por lo que
se puede deducir que un espíritu que nos quiera bien, ejercerá una buena
influencia en nosotros, mientras que un espíritu que nos quiera mal ejercerá
una influencia perniciosa en nosotros.
Dentro de esta ley de afinidad, que se aplica no solo a los
intercambios mediúmnicos sino a cualquier interacción humana y espiritual, no puede
existir dominio sino en aquel que se deja dominar, siendo la autoridad de los
espíritus sobre nosotros relativa al grado de atención que les prestamos.
Visto así, la obsesión no puede convertirse en el espiritismo
como una herramienta generadora de miedo y recelo, sino como una realidad
contra la que podemos luchar y trabajar
de forma efectiva desde el conocimiento que ofrece la filosofía espírita, que
nos ofrece recursos valiosos para identificarla, comprender su significado, y
luchar contra ella.
Aún así, y pese a la claridad con la que Allan Kardec se
refirió a ella, encontramos en el movimiento espírita un uso “obsesivo” y
abusivo de la obsesión, lo que lleva a desnaturalizar su realidad, y lo que es
peor, en muchas ocasiones, a utilizarla como calificativo para indicar el
estado de aquellos que no se adaptan a nuestras ideas.
En los últimos años, las posibilidades de comunicación entre
los seres humanos han cambiado mucho, de modo que hoy, cualquiera que se expone
a difundir una idea, especialmente en el medio espírita, sabe que su mensaje
puede llegar a muchas personas, y que estas, tendrán la posibilidad de analizar
y reflexionar sobre lo que están leyendo u oyendo, lo que nos lleva a deducir,
al menos en lo que a mí respecta, no descuidar el presentar la idea espírita de
forma coherente y racional, pues cualquiera que reciba esa idea, tiene el
derecho, y no digo solo el derecho, sino el deber, de apuntar aquellos errores
que encuentre en mi exposición.
Pero para hacerme comprender mejor quiero comentar un vídeo
de un orador espírita, (decir el nombre no es significativo, pues lo importante
es la idea) en el que habla de aquellos que usan internet para “cuestionar” los
principios del espiritismo, y quiero hacerlo, puesto que considero un deber
moral evitar estas manifestaciones que no hacen parte de la postura que Allan
Kardec adoptó cuando codificó el espiritismo.
¿Cómo actuaba Kardec cuando alguien argumentaba contra el
espiritismo? Por regla general, respetaba al interlocutor, y exponía sus argumentos
para defender su idea. Esta es una postura correcta dentro de un debate sano y
natural entre diferentes puntos de vista. Cuando un escéptico le propuso que
tenía pensado escribir una obra en contra del espiritismo, Kardec lo animó a
hacerlo, considerando que si esa obra tenía ideas verdaderas, ella se
impondría, pero si tenía ideas falsas, sería superada por el progreso y
desaparecería, lo que evidencia la seguridad de Kardec en cuanto a sus ideas.
¿Qué hacía Kardec cuando apreciaba publicaciones o ideas
dentro de los adeptos del espiritismo que no concordaban con la propuesta que
él tenía? Las analizaba y estudiaba, y si encontraba elementos que no superaban
un análisis racional los contradecía con sus argumentos, publicando sus
resultados para prevenir al respecto de esas ideas. Kardec nunca se negó al
debate sano y jamás negó a nadie el derecho de cuestionar sus ideas.
Por esto mismo, los que nos hemos educado en el espiritismo
siguiendo la línea de Kardec, no podemos comprender vídeos como el que indiqué
anteriormente, donde este orador apela a que el espírita tiene una
responsabilidad muy seria y grave, pero no duda en indicar, que una horda de
espíritus obsesores está influenciando a todos aquellos que se permiten
cuestionar los principios del espiritismo, lo que ha hecho que me haga
una serie de reflexiones:
1ª- Todos los que de alguna forma cuestionan, o cuestionamos,
algunas ideas divulgadas actualmente, ¿estamos cuestionando en realidad los
principios del espiritismo?
Personalmente soy de los que me gusta leer analizando lo que
leo, y considero tener un deber moral de exponer mis conclusiones para debate.
Hasta ahora, no he cuestionado ningún principio espírita, (si lo he hecho
rogaría se me indicara) lo que he cuestionado han sido ideas que circulan en el
medio espírita pero que no tienen un respaldo dentro del espiritismo, pero
aunque hubiera cuestionado alguna idea espírita, ¿el hacerlo indica que estoy
siendo obsesado? ¿No puede ser que esté equivocado en mi apreciación? O
incluso, ¿no puede ser que ese punto necesite un análisis más profundo, incluso
dentro del espiritismo? ¿Acaso tenemos la pretensión de tener la verdad
absoluta, hasta el punto de calificar de obsesados a aquellos que no concuerdan
con nosotros?
2ª- Si consideramos el espiritismo como una filosofía que
surge de la investigación de los fenómenos mediúmnicos y que tiene unas
profundas consecuencias morales, ¿podemos eludir el debate filosófico y
científico, presente en cualquier disciplina de conocimiento actual?
Considerar que el debate, el análisis o la actitud crítica de
una idea es algo negativo nos deja fuera de la propuesta espírita, que es la
superación y el progreso, ya que solo puede haber progreso y superación si
consideramos que hay puntos que mejorar, y esos puntos solo se ven con el
debate, que es un intercambio de ideas, el análisis, que consiste en pasar por
la razón y la evidencia nuestras ideas, y la crítica de una idea, que es
enfocarla con espíritu abierto y libre de prejuicios, buscando por encima de
todo la verdad, venga de donde venga.
3ª- Teniendo en cuenta que el cambio ético y moral es la
finalidad esencial del espiritismo, junto con nuestro progreso espiritual
integral, ¿qué es más ético, buscar un análisis de todo lo que se estudia y exponer
nuestras dudas, o calificar de obseso a aquel que no concuerda con nuestra
opinión?
Es hora de abandonar, en el espiritismo, esta dialéctica que
me recuerda mucho a la postura de la iglesia católica frente a los avances de
la ciencia, que calificaba como producto del diablo. Hemos cambiado el diablo, -
que no existe, - por los obsesores, pero el argumento es el mismo. Si algo me
hace ser espírita es su propuesta racional y coherente, que me dice: “Más vale rechazar 99 verdades que aceptar
una sola mentira”, es decir, me dice que analice todo y solo acepte aquello
que es verdad, esto me conduce a comprender mejor mi necesidad de ser hoy mejor
que ayer, pues comprendo que mi felicidad me pertenece por mi comportamiento
moral.
Además, calificar a los que cuestionan nuestras ideas como
“obsesados” no solo me parece incorrecto desde una postura intelectual, sino
también moral. ¿Con qué derecho manifestamos que alguien, por el simple hecho
de poner en duda una propuesta nuestra, está bajo la influencia de espíritus
enemigos del bien y la luz? ¿Conocemos a esa persona en su intimidad? ¿Sabemos
algo de su comportamiento? En síntesis, desde cualquier punto de vista desde el
que se mire, esta práctica es poco racional, ética y por lo tanto, poco
espírita.
Perfeita análise! Lembro de outra atitude generalista. Aquela que atribui a um espírito qualquer boa ideia que uma pessoa possa ter.
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