Juan José Torres
Allan Kardec expresó, en el evangelio según el espiritismo, que la
caridad era el único medio de salvación, en contraposición al precepto de: “fuera
de la iglesia no hay salvación”.
De esta forma se establece de forma clara, que el concepto de
salvación es algo íntimo, ligado a nuestras cualidades y a cómo es nuestro
comportamiento al respecto de los demás, por lo que las ideologías, filosofías
de vida, religión u otros elementos que profesemos, de poco sirven si no están
refrendados por nuestro comportamiento en relación a nosotros mismos y a los
demás.
Incluso el concepto de salvación no puede entenderse literalmente en
el espiritismo, pues realmente no hay salvación, pues salvación presupone su antítesis,
es decir, condenación, y no existe condenación. De lo que podemos hablar en el
espiritismo es de progreso, y como el progreso es la suma de nuestras
adquisiciones, no habrá progreso si adoptamos una postura de apariencia externa
sin la vivencia interior, por lo que la práctica es, sin duda, el elemento
esencial de nuestro crecimiento íntimo.
Pero volvamos a la Caridad, que es el objeto de nuestra reflexión.
¿Cómo podemos entender la caridad desde un punto de vista espírita? ¿Es la
caridad la limosna que se da? ¿Consiste simplemente en una ayuda económica?
¿Tiene la caridad algo que ver con nuestra actitud de perdón, paciencia o
benevolencia a los demás?
En espiritismo plantea dos formas de caridad, la caridad material y la
caridad moral. Veamos cada una de ellas:
Empecemos por la caridad moral transcribiendo unas breves palabras del
Codificador:
Jesús
no constituye a la caridad en una de las condiciones para la salvación, sino en
condición única; si se hubiesen de cumplir otras, las hubiera expresado. Si
colocó la caridad en primera línea entre las virtudes, es porque implícitamente
encierra todas las otras: la humildad, la mansedumbre, la benevolencia,
la indulgencia, la justicia, etc.,
y porque es la negación absoluta del orgullo y del egoísmo. (Evangelio según el espiritismo, Cap. 15, Ítem
3)
Del texto anterior, deducimos que, para la opinión espírita, la
caridad es un concepto mucho más amplio que el de una simple ayuda material a
aquel que lo necesita. Dentro de las virtudes que encierra la caridad
expresadas en el párrafo anterior, encontramos la humildad, la mansedumbre, la
benevolencia, la indulgencia… y me quiero quedar con una más: “La justicia”.
Sobre esta forma de ejercer caridad quisiera reflexionar, porque
muchas veces, en nombre del amor o de la caridad, justificamos la quietud y el
silencio ante lo que puede ser, a claras vistas, una injusticia, pero me
gustaría que nos planteáramos todos una cuestión: -Si vemos a alguien
cometiendo una injusticia, un error cualquiera que puede dañar a otras
personas, ¿Qué es más caritativa, la actitud de aquella persona que adoptando
una postura de “mansedumbre” calla para no dañar y “perdonar”, o la de aquella que
pese a tener que enfrentar la dificultad piensa en el bien colectivo y actúa
para esclarecer la situación?
Cada uno de nosotros tendremos nuestra respuesta, y ambas tienen sus
lados positivos y negativos. En mi caso, considero mucho más caritativa la
segunda actitud, aunque no puedo dejar de considerar que ello no puede servir
de excusa para convertirnos en censores del comportamiento ajeno con el
pretexto de ser justos, pues la línea que marca la diferencia entre justos e
irreverentes es muy fina.
El espiritismo ofrece una referencia que puede servirnos de guía para
evaluar las situaciones, y es que se haga una evaluación del daño real que la
actitud que vamos a censurar puede hacer. Si el daño es mínimo o ninguno,
muchas veces nuestra acción puede generar un perjuicio mayor que el bien
ocasionado. Sin embargo, cuando se trata de algo que puede afectar a terceros
la situación cambia.
Por otro lado, no se trata solo de actuar o no actuar. Quizás mucho
más importante es saber cómo actuar, y sobre ello, la psicología ofrece tres
formas diferenciadas:
Pasividad: Que es el
no hacer nada. Callar y dejar las cosas como están.
Agresividad: Actuar
sin medir lo que se hace ni calcular las consecuencias.
Asertividad. Actuar
de forma consciente, sabiendo lo que se hace y por qué se hace, de forma que
nuestra acción sea beneficiosa y resuelva el problema.
Por lo tanto, la caridad moral consiste en saber cómo debemos actuar
en cada momento, buscando siempre el bien, lo que incluye todas las virtudes
enumeradas por Kardec en el párrafo anterior, sabiendo equilibrar nuestro
comportamiento de forma que unas no anulen a las otras, lo que es, a no
dudarlo, realmente un desafío.
Pasemos a la Caridad Material.
Muchos consideran que la caridad material es simplemente dar. Ya sea
una limosna o participar en una colecta de comida, o dar un donativo en alguna catástrofe.
Estas son manifestaciones de benevolencia [Caridad] que no pueden despreciarse.
Sin lugar a dudas, cuando alguien tiene hambre lo primero que necesita es
comer, por lo que no podríamos estar en contra nunca de estas acciones. Pero la
caridad tal y como la plantea el espiritismo es mucho más profunda. Recurramos a
otro texto del Evangelio según el espiritismo:
Haced
limosna cuando sea necesario, pero tanto como sea posible, convertidla en
salario, a fin de que el que la reciba no se avergüence. (Evangelio según el espiritismo, Cap. 16, Ítem 13)
Esta breve frase encierra un concepto muy profundo. Pertenece a
Fenelón [Espíritu] y en síntesis habla de la dignificación del ser humano.
Por supuesto que la ayuda específica para cubrir las necesidades y
carencias de los que nada o poco tienen es un acto noble, es más, puede incluso
que sea un deber, pero la verdadera ayuda solo llegará por medio de la
educación. Es la educación la que va a permitir una sociedad más justa, es la
educación la que va confluir para que el modelo actual, basado en la
competencia desenfrenada por una posición social, ceda lugar a un modelo donde
se valore más el interior, es la educación la que nos va a permitir reconocer
nuestra realidad espiritual y con ella, un profundo cambio de paradigma.
Por eso Kardec comprendió el valor de la educación en la sociedad, y
antes de emprender la gigantesca obra de codificar el espiritismo, se formó
como educador. Solo un educador podría sintetizar de la forma magistral en que
lo hizo el espiritismo, porque sabía de la importancia de los principios que lo
sustentaban para el desarrollo del ser humano.
Escribo estas líneas a título de reflexión, pues considero que la moral
es algo muy íntimo como para que nadie diga a nadie lo que tiene que hacer, y
para concluir, quisiera dejaros otra reflexión que una compañera del grupo me
ha pasado.
El
peor daño que se le hace a una persona es darle todo. Quien quiera anular a
otro solo tiene que evitarle el esfuerzo, impedirle que trabaje, que proponga,
que se enfrente a los problemas (o posibilidades) de cada día, que tenga que
resolver dificultades.
Regálele
todo: la comida, la diversión y todo lo que pida. Así le evitará usar todas las
potencialidades que tiene, sacar recursos que desconoce y desplegar su
creatividad. Quien vive de lo regalado se anula como persona, se vuelve perezosa,
anquilosada y como un estanque de agua que por inactividad pudre el contenido.
Aquellos
sistemas que por “amor” o demagogia sistemáticamente le regalan todo a la
gente, la vuelven la más pobre entre las pobres. Es una de las caras de la
miseria humana: carecer de iniciativa, desaprovechar los talentos,
potencialidades y capacidades con que están dotados casi todos los seres
humanos.
Quien
ha recibido todo regalado se transforma en un indigente, porque asume la
posición de la víctima que solo se queja. Cree que los demás tienen obligación
de ponerle todo en las manos, y considera una desgracia desarrollarse en un
trabajo digno.
Es
muy difícil que quien ha recibido todo regalado, algún día quiera convertirse
en alguien útil para sí mismo. Le parece que todos a su alrededor son
responsables de hacerle vivir bien, y cuando esa ayuda no llega, culpa a los demás
de su desgracia. (no por anularlo como persona, sino por no volverle a dar).
Solo los sistemas más despóticos impiden que los seres humanos desarrollen toda
su potencialidad para vivir. Creen estar haciendo bonito, pero en definitiva
están empleando un arma para anular a las personas. (No quiere decir que la
caridad de una ayuda temporal no sea necesaria en momentos especiales)
Ana Cristina Aristizábal Uribe
Es obvio que estas palabras hay que leerlas dentro de su contexto, y
existen situaciones de pobreza o necesidad para las que la ayuda material es
imprescindible. Debemos considerar, entre tanto, que el progreso es trabajo, y
solo desde el trabajo, el ser humano consigue edificarse y dignificarse, por lo
que terminaré repitiendo las palabras de Fenelón: Hacer la limosna
cuando sea necesario, pero tanto como sea posible, convertirla en salario.
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